Cuento de una esquina
Fue poco después de mudarme a Once que empecé a frecuentar la cafetería ubicada en la esquina en donde se interceptan las calles Pasteur y Tucumán. Hacía varios años que trabajaba por la zona, y no había día en que no pasara por la puerta. Había otro camino más rápido para llegar a la oficina, pero siempre optaba por tomar el que me permitiese pasar por ahí, aun teniendo tan solo unos pocos segundos para admirarla. Durante ese instante breve y fugaz, me gustaba observar a las personas desayunando o tomando algo allí. Me impresionaba que eso fuera parte de su cotidianidad, que pudieran empezar sus días de esa manera. En el resto del camino a la oficina, rezaba con que llegase el día en que fuera yo uno de ellos, con su café y un libro, que aparentaban tener su vida en completo orden y armonía. Así que, al mudarme a tan solo dos cuadras de la cafetería, comencé a visitarla. Al principio, pedía un cortado con dos medialunas y me quedaba alrededor de media hora, o lo que me llevase ...