Desapariciones: Microcuentos sobre sueños
Iñaki Barrondo
Comisión 05. Profesor: Santiago Castellano
Enunciado: Escribir un microcuento a partir de otro de los sueños que anotaron: elijan una imagen potente o significativa del sueño, contar un microcuento que desarrolle la misma, desde un narrador interno o en primera persona. Elegir un objeto que aparezca en el sueño y escribir otro microcuento en el que ese objeto haya desaparecido o desaparezca misteriosamente. Buscar qué sensación le produce el sueño y escribir un microcuento en el que el personaje protagonista entre en un lugar nuevo y experimente esa misma sensación a partir de lo que ve. Extensión de los microcuentos: no más de 15 líneas. Microcuentos sobre sueños.
Individual
Primera escritura
Sueño: Al despertar veo que desaparecieron casi todas las cosas de mi casa, pero no hay pistas de como ocurrió. Tengo desesperación, incertidumbre y miedo.
Desapariciones
Primer microcuento:
Eran las cinco de la mañana cuando sonó mi despertador y me levante. Me sentía mareado, fuera de lugar; no recordaba con claridad cuando me había ido a dormir. Al salir de la cama, en la oscuridad, intente calzarme mis pantuflas, pero no pude. No estaban al lado de mi mesita de luz donde siempre las dejaba. No me detuve a buscarlas — aun estaba dormido — por lo que fui descalzo al baño a lavarme la cara.
Al volver, note que faltaban los cuadros que colgaban en el pasillo, lo que me pareció peculiar, pero lo deje pasar. Fue al abrir las cortinas de mi cuarto que pude ver con claridad el estado de las cosas: mi estantería, en donde posaban todos mis libros, estaba vacía. Mi computadora, la cual dejaba todas las noches apoyada en mi escritorio, no estaba. Abrí con desesperación mi placard para encontrarme, lamentablemente, con cajones y perchas vacías, sin ninguna de mis prendas.
Baje rápidamente las escaleras y vi todo mi sala de estar pelada, sin la televisión y los sillones que la caracterizaban. Nos habían entrado a robar.
Pero… ¿cómo? ¿Cuándo? Ayer a la noche, si mal no recuerdo, estaba todo en su lugar. ¿O no? Todo está borroso en mi cabeza. No se escuchó nada. Ningún ruido. Ni la alarma, ni pasos, ni cerraduras forzadas. Nada.
No entiendo qué pasó, cómo lo hicieron. ¿Nos habrán dormido?
¿Ya se habrán ido?
Segundo microcuento:
Subí las escaleras velozmente para despertar al resto de mi familia. Para mi sorpresa, estaba solo. Todas las habitaciones estaban vacías. No había ni un mueble, ni una cama, ni una prenda de ropa. No había rastro de que alguien acaso viviera en esa casa conmigo.
Mi desesperación escalaba niveles astronómicos. Debo estar teniendo una pesadilla, pensaba. Esto no puede ser real. —¿Dónde están? ¡Mamá! ¡Papá! ¡Chicos! —grité repetidas veces con todas mis fuerzas, hasta que sentí que mi garganta no daba para más. No recibí respuesta alguna.
Seguí caminando en dirección a mi cuarto, atravesando el pasillo que esa misma mañana había recorrido para ir al baño. El pasillo se me hacía interminable; por cada paso adelante que daba, sentía que retrocedía tres. El miedo se apoderaba de mí, y mi ansiedad no ayudaba con la causa.
Caí desplomado al suelo y me arrastré hasta llegar a mi habitación. No había manera de que pudiera caminar. Sentía que toda la fuerza y la voluntad que tenía dentro de mí se habían desvanecido. En la puerta de mi habitación, enfrenté lo que temía: estaba totalmente vacía. Ni mi cama, ni mi estantería, ni mi armario estaban allí. ¿Cómo podía ser que desaparecieran, si minutos atrás estaban ahí?
Miré hacia abajo y me vi completamente desnudo, sin nada de ropa. Mi pijama, con el que me había ido a dormir y que tenía puesto al despertar, se había desvanecido ante mis propios ojos.
Claramente no eran ladrones; había otra razón para todo esto. Pero ya había perdido toda esperanza de encontrar una respuesta razonable a mis preguntas.
Tercer microcuento:
Tras dos días interminables dentro de mi casa, me digné a salir. En ese lapso de tiempo vi cómo toda cosa que restaba por desvanecerse de mi casa desaparecía en un abrir y cerrar de ojos. Mi casa dejó de ser mi hogar para pasar a ser una simple maqueta, vacía y sin decoración alguna.
Antes de salir, llamé a un amigo. Sin mucha explicación, le pedí que dejara en mi puerta una muda de ropa prestada para poder salir. Tenía miedo de que, si llegaba a entrar a la casa, él también se desvanecería.
Afuera, la vida seguía como siempre. La gente caminaba e iba de acá para allá, intacta. Claramente, era mi casa el problema. En el exterior, todo estaba en orden. Las primeras cuadras las caminé velozmente, muy atento a todo. Entré a un almacén que tenía cerca, para hacer unas compras y alimentar mi estómago hambriento, que no comía hacía más de 48 horas.
Dentro del mercado, todo se sentía normal. Tomé un paquete de galletitas y una botella de agua, entre otras cosas. El sentimiento de ansiedad y angustia que me recorría el cuerpo empezaba a disiparse, y empezaba a tranquilizarme. Es mi casa, si no entro más, nada malo más va a pasar, pensaba.
Este alivio no fue muy duradero. En un fugaz abrir y cerrar de ojos, el almacén en su totalidad estaba vacío. Los productos que cargaba en mis brazos ya no estaban, como tampoco todas las repisas y góndolas repletas de productos a mi alrededor. Mi desesperación volvió, ahora aún más fuerte. —¡NOOOOOOO! —grité desaforadamente.
Soy yo el problema, soy yo quien está haciendo esto.
Comments
Post a Comment